Darwin extingue a Pumas
No es la especie más fuerte, ni la más inteligente la que trasciende, sino la que mejor se adapta. Y cuando de fieras se trata más. Pumas es y será un depredador por excelencia, aunque habría que decir que poco adaptado al desierto. Y en el corazón de la comarca lagunera a los veloces universitarios les costó respirar. Por eso Santos les venció, dicho mejor, les aplastó, machacó; (a pesar del 2-1, bien pudo haber sido un triunfo más amplio); vaya, reforzó todo aquello de la evolución, y si hay dudas, nada más preguntarle al señor Darwin.
Sí, a Carlos Darwin Quintero. Un pedazo de delantero de apenas 1.66 metros de estatura, piel de ébano, astuto y escurridizo depredador adaptado al desierto y más a la noche. No es extraño que las fieras más peligrosas avisen de su belicosidad utilizando colores vistosos… En Torreón el puma vestía de blanco, Quintero en los pies llevaba tachones amarillo limón y naranja, en la cabeza un corte tipo mohicano: un cazador furtivo de felinos extraviados.
Por eso Guillermo Vázquez despertó a su banca cuando los técnicos presumen más calma. Y cómo no, si Quintero supersónico siempre veía de reojo a los zagueros universitarios en sus arrancadas. Que Pikolín Palacios es un perro de presa, pero ni siquiera alcanzaba a oler al de Tumaco, Colombia. Que Luis Fuentes y Efraín Velarde son velocistas, claro, siempre que frente a ellos esté un tipo sin revolución centella en las espuelas. Que Verón… Verón, bueno, Darío es todo un veterano experimentado, sin posibilidad en vereda abierta ante un colombiano que vuela.
Quintero presumió verticalidad y se metió cuantas veces quiso de frente al arco felino. Y se cansó de repartir balones a modo. Lo hizo para Peralta, para Christian Suárez, quien sí venció a Alejandro Palacios, para el mismo Ludueña, un tanto falto de puntería.
Los cambios de la banca capitalina claro que funcionaron. Equilibraron en algo la corredera en que estaba convertido el primer lapso para la zaga visitante. Y aún así fue insuficiente.
Insuficiente porque la estructura de Santos es consistente. No tan dinámicos como los del pumota en el pecho, pero sí bien cuadriculados en un terreno que marcan albiverde por todos lados.
Porque el segundo gol también fue tan trabajado por los de la Comarca, como maquinado por Quintero y esa finta endemoniada que dejó uno que otro zaguero felino con necesidad de quiropráctico, porque la resolución de Rodolfo Salinas fue rencorosa y lejana a la inútil estirada de Palacios.
Cierto que Pumas regresó al juego con un autogol. Le puso emoción y corazón, algo que nunca se le podrá requisar a los universitarios, pero cuando enfrente la cuadricula futbolística está tejida con un juego más elaborado, será difícil que el músculo se proclame amo y señor del campo.
Es inobjetable. El puma es un depredador temible. Malo que no vio las señales de lo que tenía enfrente. Tachones amarillo limón y naranja, piel de ébano, carrocería de tanqueta y corte de mohicano. Quintero cazador furtivo. Sin duda más adaptable al rectángulo verde y si hay preguntas, el señor Darwin tiene respuestas.